A veces la logística familiar es mucho más difícil de cuadrar que cualquier desafío profesional y montar las vacaciones de este año no ha sido fácil.
Tras idas y venidas el resultado final fue que Toni, Ela y yo coincidíamos 1 semana de vacaciones en todo el verano. Teníamos dos opciones: entonar el “Pobre de mí” mientras nos flagelábamos pensando en lo injuuuuusta que es la vida, o empezar a montar LA SEMANA de vacaciones con la mayor ilusión del mundo. Si buceas un poco por este blog rápidamente entenderás que en realidad en nuestra familia sólo había una única posible opción: ¡¡¡ A planear LA SEMANA!!!
Así que después de pensar en un sitio o en otro, que si plan con muchos o con menos, con éste o aquel conocido, que si por mar, aire o carretera… carambolas de la vida nuestro amigo Jorge me llamó y me dijo: “Loca, justo esa semana no estaré en mi casa y os la dejo, ni te lo pienses, busca un vuelo y veniros al paraíso.” Y con esto quedó cerrado el destino y decidimos elegirlo todo: la tierra, el mar y el aire. Nos íbamos de vacaciones a Tenerife, la isla que atesora un continente de paisajes.
El resumen de nuestras vacaciones es simple: Impresionantes, intensas, maravillosas, cortas. Escogimos alejarnos de las multitudes, saltar de Parque Natural en Parque Natural y saborear cada uno de ellos excepto una tarde de tormenta, que visitamos la playa de Las Teresitas en Santa Cruz de Tenerife porque nos quedaba prácticamente al lado del ICHH Canarias, Instituto Canario de Hemodonación y Hemoterapia.
Siempre afirmo que cuando voy a donar es como si fuera mi primera donación y la verdad, no lo digo en sentido figurado. Donar en distintas provincias, bajo circunstancias vitales diferentes, hacen que cada una de ellas sea única y esta vez se ha vuelto a cumplir porque es la primera vez que mi hija Ela me acompaña a donar sangre, lo que hace esta donación realmente única y especial.
Dicen que Canarias siempre tiene buen tiempo, y puede que sea la mayoría de los días, pero cuando le da por llover, llueve como si no hubiera mañana, y así fue nuestra tarde en la playa de las Teresitas y nuestra llegada corriendo al Centro de Hemodonación, bajo una refrescante y furiosa tormenta de verano.
Aquí vida se respira de forma diferente, pausada y dulce. Desde que llegas a las islas, este ritmo te envuelve suavemente, y poco a poco te vas acostumbrando a dejarte querer por esa cadencia tranquila de su gente. En el ICHH no iba a ser menos y esa sensación de ser tratado con una atención y cariño especial nos acompañó durante toda nuestra estancia.
Nada más llegar nos encontramos con Mónica González, que nos recibió para explicarnos el funcionamiento general de este Centro, me explicó amablemente todos los formularios a rellenar y para mi sorpresa, también le entregó a Ela un “formulario” para que lo rellenara como “Ayudante Cuidadora de mamá” en la donación, lo que hizo que Ela se sintiera importantísima y adoptara de forma muy seria y diligente su nuevo rol de enfermera de la mami.
Una vez rellenos todos los trámites burocráticos iniciales pasamos con el médico, Antonio Mesa, y mientras releíamos juntos mis datos fuimos charlando sobre las maravillas que esconde la isla. Nos recomendó un montón de sitios chulísimos para visitar y además le fue explicando a Ela que tenía que ver si mi corazón estaba fuerte (cuándo me medía la tensión y el pulso) y si mi sangre era de categoría “súper” (al pincharme en el dedo para medir la hemoglobina), lo que hizo que Ela estuviera encantada al cambiar las tornas: por una vez el médico me hacía pruebas a mí y le contaba a ella lo que pasaba, jejeje.
Antonio también nos contó un truquillo relativo a la prueba de la hemoglobina. A muy grandes rasgos y explicándolo en un lenguaje de andar por casa, la prueba consiste en que te pinchan en un dedo cual Bella Durmiente y sale una gota de sangre que analizan al momento para ver si los niveles de hemoglobina en sangre superan un mínimo. Antonio nos contó que al menos con su experiencia en Canarias, era relativamente frecuente que esta prueba no diera un valor correcto a la primera y que se necesitara recoger una segunda o tercera gota de sangre (para los miedosillos, con el primer pinchazo es suficiente) porque la primera podía diluirse con el sudor o con una película de protección solar que se queda en las manos. En mi caso, tras 3 intentos y una tirita (que por supuesto me puso Ela) todo fue correcto y pasamos a la zona de donación.
Imagino que en gran parte debido a la tormenta, en la sala coincidimos tan solo con un chico que estaba haciendo una donación de plaquetas (enhorabuena por él) un tipo de donación muy interesante y a la que desafortunadamente no puedo optar y de la que hablaré en otro momento. Allí nos atendió Nidia Domínguez, la enfermera que cuidaría de mí durante todo el proceso.
Como absolutamente todo el personal que he conocido durante mis donaciones, Nidia fue un encanto y cuidó cada detalle. Me llamó mucho la atención su nombre, y le pregunté si era un nombre típico canario, y para mi sorpresa…pues no, simplemente les gustó mucho a sus padres. Nos reímos un rato cuando me confirmó que yo no era la primera en preguntarlo ni mucho menos.
Llegó el momento del pinchazo, siempre en mi perezoso brazo derecho (me reservo el zurdo para la vida) y allí teníamos a Ela interesadísima en ver cómo era la aguja, los tubos y por supuesto posicionadísima para ver todo el proceso. Como no sabíamos si le iba a impresionar mucho, para desviarle la atención Nidia le pidió que me vigilara y hablara conmigo a ver si todo iba bien y si me dolía, y que me diera la otra mano para reconfortarme. ¡Tenías que haber visto su cara y su atención! Era todo amor y delicadeza.
Una vez instalada la vía y sacados los tubos para el análisis, que por cierto te envían el resultado aunque no vivas en las Islas, empecé a llenar la bolsa. Como mi vena no es de las más rápidas, siempre necesito una pelota de goma para ir apretándola con la mano y así bombear con algo más de fuerza, y Nidia le dio otra pelota a Ela y le enseñó cómo tenía que hacerlo para que vigilara que yo lo hacía correctamente y vaya si se lo tomó en serio… ¡creo que ha sido la vez que más he apretado el antiestrés en mi vida! Créeme si te digo que salí con agujetas de apretar tanto la pelota.
Mientras tanto, nos agasajaron con zumos, bolsitas de frutos secos, papas… Un traguito de zumo para mí, dos para Ela, una almendra para mí, cuatro para Ela. Para cuando nos dimos cuenta, la bolsa ya estaba completa y nuestra misión había terminado.
Nos despedimos de todos muy contentas, con la sensación de ser unas superheroínas y una gran sonrisa, Ela encantada de la vida por haber cuidado tan bien a su mamá, yo encantada con su encanto y deseando que estos pequeños detalles dejen poso y cuando sea mayor decida ser donante y luchar por un mundo mejor. Porque afortunadamente, cambiar las cosas a mejor sí está en nuestras manos.
Gracias ICHH.
Arantza. Family Supply Chain
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